Las reticencias y críticas contra la globalización neoliberal nacieron prácticamente con la emergencia del fenómeno mismo, sin embargo, en los últimos años de crisis se ha venido fortaleciendo una nueva tendencia, creciente y heterogénea, de posturas críticas y acciones contestatarias contra este modelo de producción y comunicación mundial. La desconfianza y rechazo hacia una integración global de las comunidades humanas dentro de los márgenes del neoliberalismo se dejan ver en movimientos sociales, partidos políticos y propuestas teóricas que, desde orientaciones políticas y morales distintas, cuando no opuestas, exhiben sus deficiencias y consecuencias negativas , así como el extravío e inviabilidad de su presunto horizonte emancipador.
La obra del filósofo John McMurtry, La fase cancerígena del capitalismo, se integra dentro de esta tendencia crítica, con la destacable ventaja de que su primera edición fue lanzada en 1999. En aquellos años, en los que aún predominaba un aire de triunfalismo liberal sobre las experiencias históricas que pretendieron acabar con el capitalismo, McMurtry lanzó su diagnóstico sin complejos: el sistema capitalista es un trastorno cancerígeno que puede acabar con la vida humana y con la base natural que la soporta. Es posible que hace quince años, cuando diversas regiones del planeta vivían un auge económico, esta valoración haya podido generar ciertas dudas en algunos sectores, pero con la crisis económica, política, ecológica y cultural que se ha cristalizado desde el 2008 a nivel mundial, su pertinencia es innegable. Debido a esto, el autor lanzó una segunda edición aumentada en el 2013, en la cual añade y analiza los datos y acontecimientos más determinantes de los últimos años retomando el marco analítico de la primera publicación. La edición que a continuación referiremos es la primera traducción al castellano que acaba de publicar la editorial Tirant Humanidades (McMurtry, 2016).
La investigación que nos presenta McMurtry parte de la idea de que todas las sociedades tienen una estructura de reglas subyacente, un tipo de gramática nos dice, que rige las acciones, el discurso y el pensamiento de sus miembros. Estas metareglas son la codificación del sistema de valores prevalente. Es en el metanivel de los sistemas sociales donde el autor cree que la filosofía debe excavar para poder evaluar “su verdad y su valor en la búsqueda de su forma más completa” (p.19). Por consiguiente, en esta obra se abordan los valores que regulan, en última instancia, el mecanismo del sistema capitalista, partiendo del supremo principio que lo define: la maximización del beneficio privado monetario en detrimento de las bases naturales y civilizatorias de la vida humana.
A lo largo del texto se despliega una ontología social que postula como primer y necesaria instancia de la existencia humana y sus sociedades el ámbito natural-material y socio-cultural, los cuales integran el life capital[1]. Éste comprendería “(…)las riquezas naturales y las creadas por el hombre que más producen en el tiempo sin pérdidas”(p.420) y estaría constituido por el capital de la tierra, el capital del conocimiento, el capital social y el capital ecológico. En esta propuesta el concepto de Capital desdobla su significado y trasciende al de la economía política clásica y neoclásica, ya que es concebido como la riqueza total –material, cognitiva y simbólica- que sostiene y garantiza la vida y, por ende, deja de limitarse al de una magnitud de valor social tendiente a la infinita valorización del valor monetario y a la totalidad de los bienes mercantiles de los sujetos individuales y colectivos. Es así que, el life capital constituye la corporeidad y las condiciones de posibilidad reales de los sistemas sociales.
Para abordar la condición actual del sistema global y del life capital que en última instancia lo sostiene, el autor trasladara desde la medicina el marco conceptual clínico del cáncer. Pero, antes, nos aclarará que esta traslación no busca la postulación de una metáfora sino la construcción de un “modelo explicativo” (p.p.64-5) que dé cuenta de un trastorno que invade literalmente los cuerpos orgánicos y los cuerpos sociales por igual. El principal y determinante agente cancerígeno que opera en nuestras sociedades sería las Secuencias de Dinero Privado Transancional (SDPT), aquello que la prensa mundial llama, con sospechosa neutralidad, los mercados o los flujos de capital. Estas secuencias son reproducciones monetarias anómalas de las dinámicas de intercambio y producción social que tienden a la automultiplicación sin ninguna función vital, operando igual que las células cancerígenas que invaden los organismos biológicos: “(…)Ambas se multiplican fuera de control. Tampoco tienen ninguna función en compromiso con la vida. Ambas invaden y se extienden al depredar y despojar al anfitrión de sus recursos. Y la clave para sucumbir en cada nivel, es la insuficiencia del sistema inmunológico en reconocerles” (p.91).
Precisamente en el no reconocimiento del trastorno radica parte de su fuerza. Al respecto, McMurtry percibe una pasividad en los economistas y los filósofos por no cuestionar estructuralmente las bases axiomáticas del sistema cancerígeno: “(…) Ningún economista hace esto porque cada paso es bloqueado a priori por la estructura profunda de la doctrina y su modelo cientificista. Ningún filósofo moral lo hace tampoco, en la medida en que está por fuera de los límites el reconocerlo dados los tabúes metodológicos y sociales” (p.31). El cáncer capitalista se ha convertido en un tabú social, toda vez que los medios de comunicación y las instancias del conocimiento presentan profundas lagunas respecto a su análisis. Ante esta situación nos recuerda que en la era del oscurantismo medieval :
(…)La reflexión social registrada está mas o menos confinada a la teología moral especulativa decretada por Roma. Las cuestiones de fondo se hacen a un lado en el plano normativo. Las relaciones sociales preestablecidas, bien se mantienen por fuera de la discusión en su conjunto, como un tabú innombrable de los medios del momento, o se les concede una mera disculpa y justificación. A esto le llamamos <<Era del oscurantismo>> por una buena razón. Pero una Era de Oscurantismo puede volver a ocurrir.(…) ¿No nos enfrentamos a una nueva teología absolutista, de las leyes eternas del mercado, en lugar de las de Dios, como los mandamientos del mundo?. (McMurtry, 2016, p. 205)
El período cancerígeno que se analiza en la obra tendría sus orígenes en la derrota estadounidense en Vietnam, el golpe de estado chileno del 73, el cambio del patrón oro por el patrón dólar en 1974 que permite la reproducción de moneda fiduciaria sin arraigo directo en la materialidad y la llegada al poder de Donald Reagan y Margaret Thatcher y la consecuente liberalización de los mercados. En los años que van de 1973 a 1999 nuestro autor observa la consolidación de una nueva “soberanía supranacional” , un tipo de “poder colectivo de secuencias monetarias” (p. 32), que circula por todo el planeta destrozando por igual las soberanías de los estados nacionales, los ecosistemas, los ámbitos culturales locales y la salud misma de los organismos humanos. A partir del 9/11 se despliega una estrategia que busca consolidar el poder global de las Secuencias de Dinero Privado Transnacional después del reacomodo que supuso la caída de la URSS y de la emergencia de varios fenómenos contestatarios que empezaban a tomar consciencia de los impactos dañinos del sistema. Esta estrategia estaría basada en la reconstrucción de un enemigo , habida cuenta de la caída del monstruo soviético, para justificar la ampliación de la metástasis capitalista.
Pero, a pesar de el sombrío diagnóstico que nos presenta, McMurtry también se encarga de proponer unos principios mínimos, una “ontoaxiología”, que en la práctica funcionaría como “la cura” contra el cáncer capitalista. Esta “cura” estaría basada en una de las facultades naturales de los cuerpos sociales: el “(…)sistema inmune social de capacidades y competencias sobre el que todo el funcionamiento de la sociedad y cada vez más personas y especies dependen para su supervivencia y prosperidad”(p.320) . Este sistema inmune social expulsa o elimina los agentes extraños y dañinos que amenazan con desequilibrar, atacar o destruir al organismo social que supone una comunidad y estaría constituido por un conjunto de prácticas, regulaciones, prescripciones, instituciones y procesos que están orientados a proteger la vida general. Los agentes encargados de desplegar y operar la potencialidad del sistema inmunológico de la sociedad serían los “comunes civiles” : “(…)cualquiera y todas las construcciones sociales que permiten el acceso universal a los bienes vitales” (p.497). De esta forma, “(…) el movimiento progresista, la izquierda, la comunidad, los sindicatos y las cooperativas”(p.497), explícitamente avocados a la defensa y garantía de la vida, serían los elementos operativos del sistema inmunológico social.
Mcmurtry no se limita a sostener su propuesta curativa sobre una ideal moral, sino que también lo argumenta con algunos ejemplos socio-políticos actuales que considera saludables. Estos ejemplos serían las actuales políticas en defensa y protección de los ámbitos públicos, los recursos naturales y la vida humana que han implementado países como Venezuela, Brasil, Ecuador, Argentina y Bolivia por medio de nacionalizaciones, renegociaciones de la deuda pública, recuperación y protección de zonas naturales estratégicas, así como la revitalización del cuerpo social por medio de programas sociales orientados al fortalecimiento de la salud, la educación y el conocimiento de la población. Por ello, nos dice que “En toda iniciativa política y legislativa en América Latina existe una lógica unificadora de recuperación: la reivindicación pública de la economía al servicio de las necesidades conocidas de su gente y sus condiciones de vida.” (p.80).
En lo referente al aspecto teórico-critico de esta obra, nos parece relevante destacar que su análisis no se integra en la línea del pensamiento marxista o posmarxista. El propio autor marca distancia con algunos aspectos de esta corriente porque que considera que el life capital no es captado en sus postulados. Y es que Marx, nos dice, centró su atención en las células básicas del capitalismo, la mercancía-dinero p. e., sin mirar las auténticas fuentes de la riqueza , las cuales no pueden ser reducidas a la fuerza de trabajo, ya que ésta se encuentra también sustentada sobre las mismas, es decir, sobre el life capital. A pesar de ello, McMurtry no duda en reconocer la importancia de la obra marxiana:
(…)Lo que abre el espacio de reflexión para el análisis crítico de los presupuestos sociales de una vez por todas, es el profundo trabajo estructural sin precedentes de Karl Marx(…) su obra rompe de forma decisiva la larga aquiescencia de la teoría con el statu quo y los privilegios de clase dominante (…) Yendo mucho más allá de Sócrates o Rousseau, él expone a la crítica sistemática la estructura de poder material de todo lo hasta hoy hay de existente en la sociedad civil(…) Ningún filósofo de la historia antes de esto se había atrevido a ir tan lejos. Desde entonces, la obra de Marx ha sido un punto de referencia fundamental en el panorama filosófico: un punto de referencia para los pensadores cuya preocupación por las estructuras subyacentes se extiende a las formas sociales dominantes, y no meramente a los ordenamientos naturales y conceptuales. (McMurtry, 2016, p.212)
Para finalizar, diremos que, al margen de las diferencias onto-epistémicas que hay entre McMurtry y Marx, las propuestas de ambos se emparentan en el hecho de que están enfocadas en el análisis de las condiciones materiales, sociales y culturales de la existencia humana. En consecuencia, ambos toman como primer principio de referencia los hechos históricos y la estructura constitutiva y causal de los sistemas sociales que los genera. Por ello, es de agradecer que en La fase cancerígena del capitalismo las críticas y argumentos se sustentan en diversos escenarios y acontecimientos históricos actuales, con lo cual, McMurtry, como Marx en su tiempo, rompe con la endogamia metafísica de algunas corrientes de la filosofía que han decidido hacerse a un lado ante la acuciante realidad de nuestros días. Creemos que esta obra nos recuerda que, en los tiempos vertiginosos que corren, es un imperativo ético para los filósofxs exponer el potencial crítico de la filosofía ante un sistema desconocedor de la vida que está dominado por “egoísmos atómicos automaximizadores”.
[1] No hay traducción posible en castellano que haga justicia al concepto de Life capital, ya que capital vital y capital de vida tienen una connotación distinta en castellano